«Santrich, ¿cómo fue que usted se quedó ciego?»
Jesus Santrich, vocero de las Farc en La Habana,
cuenta como aprendió a vivir en la oscuridad. Entrevista entre saxo, pinturas y
video.
Por: Jorge Enrique Botero | julio 07, 2013
Tomado de Las 2 Orillas
Jesus Santrich es uno de los jefes del Bloque
Caribe de las Farc y está en La Habana desde el comienzo de las conversaciones.
Desde su primera aparición en público sorprendió porque siempre está acompañado
por una lazarillo que le ayuda a encontrar el camino. El sucreño es licenciado
en Educación con especialidad en Ciencias Sociales y se unió a las Farc a los
21 años, tras terminar su carrera en la Universidad del Atlántico y dejó su
nombre de cuna: Seusis Pausivas Hernández para asumir el alias por el que se lo
conoce hoy. Santrich es considerado la mano derecha de Iván Márquez y una ficha
clave en las relaciones del grupo guerrillero con Venezuela.
¿Cómo fue que usted se quedó ciego?
Eso fue como cuando cae la tarde: lentamente. Como
en el ocaso, que las cosas se van alejando entre la penumbra. A los 14 años yo
no veía muy bien y tuve que usar lentes, pero cuando ya estaba en la
universidad se me fue cerrando el campo visual en los dos ojos. Hasta que hace
unos seis años el ojo derecho se me apagó totalmente. En ese momento traté de
hacerme algún tratamiento, que siempre había aplazado pues mis
responsabilidades en la guerrilla eran la prioridad. Aplacé muchos años un
tratamiento y cuando tuve la posibilidad de hacerme chequeos, se detectó que
tenía glaucoma; pero ese no era el peor problema: tengo un síndrome de origen
genético que se llama síndrome de Leber, que afecta los nervios ópticos. Hoy
tengo apagados casi totalmente los dos ojos. En el izquierdo tengo un punto de
luz, pero no tengo imagen.
¿Y cómo es ser ciego en el mundo guerrillero? las
selvas, las montañas…
No puedo decir que sea fácil, pero el ser humano
tiene el reto de adaptarse a las circunstancias y pienso que de esta gran
pérdida nacieron muchas cosas dentro de mí: se fue la vista y aparecieron otras
posibilidades. No solamente se ve con los ojos, hay que tener sensibilidad, hay
que observar con los ojos del alma. Hay que poner en acción todos los sentidos,
que generalmente tenemos subutilizados.
Mientras iba perdiendo la vista, pensó alguna vez
“hasta aquí llegué, me tocó retirarme”.
No, nunca. ¡Jamás! Y creo que esa idea no ha pasado
por mi mente puesto que mi ceguera no se produjo abruptamente. En la medida en
que esto ha sido como un día en el que van pasando las horas y se va metiendo
la tarde hasta que llega la noche, yo fui adquiriendo ciertas habilidades.
Además, los guerrilleros casi siempre caminamos de noche y sin linterna, así
que ya había una cierta adaptación a la oscuridad. Pero lo más grande ha sido
la solidaridad de los compañeros; yo siempre tengo a alguien que está al frente
mío, llevándome, guiándome, en todo momento, en cualquier circunstancia. Todo
ello ha resuelto las dificultades, así que jamás he pensado que esta limitación
me hará abandonar una lucha tan grandiosa, con propósitos tan sublimes como el
de lograr la justicia social para nuestro pueblo.
¿Cómo ve los diálogos?
(risas) Siempre he tenido claridad respecto al
desarrollo del proceso. Nuestra búsqueda de la paz no es fruto de una
casualidad o una coyuntura; no es porque la composición del Secretariado haya
variado o porque estemos en una supuesta coyuntura militar adversa, como a
veces se afirma. ¡No! Los diálogos y la búsqueda de la paz han sido un
principio, un fundamento de las Farc. Creo que hoy tenemos elementos
suficientes para abordar estas conversaciones. Y creo que en el gobierno hay
actitud también, de lo contrario nosotros no hubiéramos venido a La Habana.
Creemos en la palabra del presidente Santos, aunque vemos que falta más
compromiso para impulsar el proceso. Más determinación en sacar adelante las
transformaciones que habría que realizar. Pero ningún diálogo de este tipo es
un camino de rosas, presenta dificultades. La grandeza está en tener la
paciencia, la ecuanimidad para saltar los obstáculos. El gobierno tiene que
ceder, nosotros tenemos que ceder. Más que pensar en las élites que
representan y más que pensar en nosotros, las dos partes tenemos que
pensar en el pueblo: si pensamos todos en el pueblo colombiano, creo que
llegaremos a un acuerdo. La prueba de ello es el avance que hemos logrado en
los primeros 10 ciclos de conversaciones.
¿Cuál es el principal avance de estos casi 10 meses
de diálogos?
Que a los campesinos se les formalizará la tierra
que poseen. Si tomamos en cuenta que algo más del 50% de los campesinos tienen
su tierra en situación de informalidad, este es un compromiso muy importante.
Desde los sentidos agudos que ha desarrollado,
¿logra percibir diferencias de actitud o de ánimo entre la delegación del
gobierno?
La verdad es que el oído se afina mucho, por
necesidad aunque también por placer: a mí me gusta mucho escuchar música, oír
los sonidos del bosque, la diferencia del canto de los pájaros, el ruido de la
quebrada. Uno aprende a percibir sutilezas y en la entonación, en la
vehemencia, en la dicción hay muchos mensajes que yo logro percibir. Cuando uno
u otro delegado del gobierno habla del mismo tema, alcanzo a detectar
diferencias. Pero, no le voy a negar, yo me ayudo siempre de Alexandra (la
holandesa), quien constantemente me está describiendo los gestos, las formas en
que se mueven las manos; cuando salen las gotas de sudor, cuando hay expresiones
gestuales muy notorias… y eso ayuda mucho.
¿Cuál de los sentidos debe aguzar más el
gobierno para sacar adelante estos diálogos?
Debe aguzarlos todos, pero especialmente debe abrir
los brazos del alma para sentir los sufrimientos que padecen las mayorías de
los colombianos. Un país con tantas riquezas no puede permitirse que 30 millones
de sus ciudadanos estén en la pobreza y que de esos treinta millones,
alrededor de 10 millones vivan en situación de indigencia.
Volviendo a su vida personal: músico, poeta,
escultor, pintor. ¿De dónde viene toda esa vena artística?
Mi madre canta. Perteneció a una coral cuando estudiaba en su tierra natal, en el departamento de Nariño. También pinta. Varios de mis tíos tocan instrumentos musicales. Así que ése ambiente, donde siempre hubo literatura, música y pintura, ayudó mucho a nuestra formación. Mi hermano mayor, que fue asesinado, era músico y pintor. Creo que si no estuviéramos en guerra, seríamos pintores o cantantes; o estaríamos declamando, que es más bonito que estar disparando
¿Con cuál de las artes se siente más a gusto?
Con la pintura, que es con la que tengo más
limitaciones. Pero he inventado un método para poder sacar las ideas que nacen
del corazón (ver video).
¿Un escritor?
Joyce.
¿Una pieza musical por excelencia?
La Novena Sinfonía de Beethoven.
¿Un pintor?
Rembrandt.
¿Algún poeta?
Quiero mucho la poesía de Jorge Artel. Tengo un
sentimiento especial por este poeta cartagenero nacido a comienzos del siglo
XX. Pero también me estremece un poema de Lenin que se llama Año de Huracanes,
y dice: Fue un año de huracanes/el país quedó cubierto de nubes que descargaban
truenos y granizos sobre las aldeas/ los truenos abrían profundas heridas en
los campos/ y las tinieblas nocturnas/ desiertas de estrellas/ se iluminaban
con el fulgor de los incendios…
¿Llegará la luz de la paz?
La luz de la paz está en el corazón de cada uno de
los colombianos, lo que pasa es que está un poco opaca; hay que encenderla con
la fuerza de la voluntad y de la esperanza. Hay que ponerle fe a este proceso y
la mejor manera de atizar el fuego de la paz es que se permita la participación
ciudadana. Que no le pongamos líneas rojas a la decisión popular, que es la que
más luz puede darle a esta oscura noche de la guerra.
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