Sergio Hernández de la Compañía Víctor Saavedra de las FARC-EP escribe sobre Soberanía Alimentaria
Por: Sergio
Hernández /
Enero 9 de 2014
Bloque
Occidental Comandante Alfonso Cano
producir
para el pueblo y para su sustento!
Los campesinos deben empezar a desarrollar la Soberanía Alimentaria desde sus parcelas, implementando
una producción agrícola que utilice de manera adecuada el suelo y la mano de
obra, teniendo como prioridad la suficiencia alimentaria de la comunidad
campesina y la diversidad de cultivos. Una vez solventada en la comunidad la
soberanía alimentaria, la transformación y comercialización de productos evita
la participación de los intermediarios para que lleguen directamente del
productor al consumidor; esto no solo abarata costos a la canasta familiar,
sino que también le proporciona al pueblo productos sanos y generando ingresos
económicos para las familias campesinas.
Así mismo, es importante implementar las
huertas agroecológicas donde se siembre repollo, coles, cilantro, tomate, cebolla,
entre otras hortalizas; cultivos promisorios como sagú, yacón, achira, cúrcuma
y chachafruto; cultivos de pan coger: maíz, frijol, yuca, habichuela, arveja, lulo,
plátano, banano y café orgánico, y cultivos de plantas medicinales, etc.
Es necesario, desde ya, iniciar en toda la
región el intercambio de semillas nativas y de saberes ancestrales, mediante la
metodología de campesino a campesino, de familia a familia, y a través de las diferentes asociaciones o
escuelas de agroecología campesinas y, sobre todo, haciendo mucho énfasis en la
práctica de los convites, para que los objetivos trazados se hagan
realidad por medio del trabajo
colectivo.
También es de vital importancia que los
campesinos implementen la crianza de la gallina criolla, de patos, bimbos, codornices, la crianza de cerdos
criollos, entre otros.
Esto se logra, ante todo, mediante la lucha
organizada de las comunidades, con unidad de criterios y con mucha persistencia
en sus propósitos, para hacer respetar
el territorio y adquirir autonomía sobre qué productos son los que deben
producirse en la región, es decir, se debe planear ¿qué se va a producir en cada finca
y cómo se va a realizar?
Es importante, además, la creación de los
bancos de semillas criollas, como resistencia a las que produce la Monsanto,
cuyas propiedades son alteradas en los laboratorios químicos y producen daños
severos en la salud de los seres humanos, y además las patentan robando las
semillas que históricamente ha sembrado la comunidad.
No olviden compañeros que la Resolución 9.70
aprobada por el ICA nos quita el derecho a poseer nuestras semillas para
entregárselas a las multinacionales que, luego de patentarlas, nos las venden y
prohíben su almacenamiento para futuras cosechas.
Por todo lo anterior no permitamos que nos
sigan cambiando la cultura campesina que siempre ha sido la de sembrar para el
consumo y los excedentes de sus cosechas para el trueque y, por último, para
negocio. Pero los proyectos privatizadores de entidades oficiales y privadas,
encaminados a colocar a pensar a los campesinos pobres como empresarios ricos,
sin serlos, inculcándoles la idea de sembrar para vender, están envenenando la
cultura de nuestras comunidades para que pierdan su autonomía y soberanía
alimentaria.
Ejemplo de lo anterior lo vemos representado
en organismos como la Fundación Carvajal (entre otras) que solo
desarrollan proyectos sobre el cultivo de la mora, y les dicen a los campesinos
que con la plata del producido de dicho cultivo pueden comprar los demás productos,
o sea, que no necesitan sembrar nada más, acabando, de este modo, con la soberanía
alimentaria que requiere de la diversidad de cultivos. Entonces vemos como
resultado de esta política lesiva contra el campo, que en corregimientos del
centro y norte del Valle del Cauca, como Monteloro y Puerto Frazadas en el
municipio de Tuluá, por citar unos pocos, la gente debe comprar desde un manojo
de cebolla en adelante, porque los colocaron a trabajar para los almacenes de
cadena, ayudando a fortalecer aún más el negocio de los agroempresarios en
detrimento de la economía campesina.
En Puerto Frazadas la multinacional Cartón
de Colombia tiene una extensísima zona que va desde este corregimiento tulueño hasta
el corregimiento de Cumbarco, en el municipio de Sevilla, sembrada en
plantaciones de pino y eucalipto, causando el desplazamiento de muchos
campesinos y amenazando con hacerlo contra quienes aún quedan resistiendo en la
zona, y pagando a sus trabajadores salarios de hambre, todo esto acompañado de
una fuerte militarización. En esa zona no existe ni una sola mata de comida…
Y si en la zona rural media alta de Tuluá llueve,
como dice el adagio popular, en la zona alta de clima frio como Barragán, Santa
Lucia y en La Mesa Rioloro, jurisdicción de Buga, no escampa, porque la mayoría
de hacendados ya no han vuelto a producir la papa, el trigo, la zanahoria, etc.,
debido al alto costo de los insumos y a los bajos precios a que se ven
obligados a vender lo que producen, que no compensa con el esfuerzo del trabajo
del campesino, debido al TLC adelantado en el gobierno del narcoganadero
paramilitar Álvaro Uribe Vélez y firmado durante el gobierno actual del
Presidente Santos.
Y como si esto fuera poco, ya los
campesinos no siembran cebolla por la compleja situación, la cual radica en que
para venderla en los expendios, como la galería Santa Elena de Cali, al igual
que en las demás plazas de mercado de los municipios del departamento, deben
pagarle un impuesto al llamado cartel de la cebolla, que es liderado por el
grupo paramilitar “Los Rastrojos”, que el gobierno ahora llama grupo
delincuencial “Bacrim”, un impuesto criminal que de no ser pagado, termina con
el asesinato de nuestros campesinos. En estas zonas también está en vía de
extinción la ganadería, y las empresas lecheras están en quiebra por las
políticas antisociales del régimen de Santos contra el campo colombiano.
A esto se suman las políticas de las
alcaldías, a través de las SEDAMA (Secretaría de Cultura y Medio Ambiente), que
presumen de llevar “ayudas” a los campesinos, como las que dice dar la alcaldía
de Tuluá, que constan de migajas compuestas por 5 bolsitas de semillas
transgénicas de 15 gramos cada una, y en ocasiones “complementan” la citada “ayuda”
con una bolsa de fertilizantes, un frasco de fungicidas y, por lo regular, también
los engañan con 15 gallinas viejas para cada familia, de esas que llaman
ponedoras, que no se ablandan ni con dos ollas pitadoras, toda una política de
pseudoayudas utilizadas con fines politiqueros, aprovechándose de las
necesidades de nuestro pueblo, estrategias que evaden las soluciones reales y
convierten a las comunidades en limosneros con este tipo de proyectos estatales
asistencialistas, que además los utilizan como fábrica para hacer votos en cada
elección.
Ya para terminar, como es bien sabido, el
mundo está enfrentado a dos modelos de producción agropecuaria desde que el
neoliberalismo globalizó la forma de producción capitalista en la agricultura. Uno
es la agricultura convencional, que necesita de muchas maquinarias y de muchos
agro tóxicos, para obtener mayor
ganancia. Este modelo no solo agrede al medio ambiente, sino que también
desplaza la mano de obra; por lo tanto es antipopular. Sólo produce alimentos contaminados, o lo que es
más grave aún, no produce alimentos, produce combustibles, produce mercancías,
produce dinero, su prioridad no es producir alimentos para las personas en un
mundo donde cada 30 segundos muere un niño de hambre.
Y el otro modelo es la propuesta de una
agricultura campesina, la cual se ha desarrollado históricamente y actúa en
contra del monocultivo, ya que está basada en la diversidad de cultivos y en la
no utilización de productos químicos y en armonía con el medio ambiente. Es el
modelo de agricultura campesina, por tanto, el único que puede producir
alimentos sanos y desarrollar una política de soberanía alimentaria, para que
el pueblo produzca sus propios alimentos.
Un
pueblo que no logra producir sus propios
alimentos
es
un pueblo esclavo.
José Martí
MONTAÑAS DEL CENTRO Y NORTE
DEL VALLE DEL CAUCA
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